REFLEXIONES EN VOZ ALTA
La página 7 del Nº 149 // 27-XI-00 del semanario de información y pensamiento anarquista pontevedrés "LA CAMPANA" recoge este estupendo artículo de Jaime Acuña que a El Mortero le ha encantado. Por eso lo publicamos:
¿Es Iícita la violencia para luchar contra un régimen que se autodenomina democrático? Si la respuesta es afirmativa los anarquistas no estamos luchando para acabar con el Estado, que es de lo que se trata; si, muy por el contrario, es negativa, ¿qué estrategia y qué tácticas estamos siguiendo o deberemos seguir en el futuro para instaurar la Anarquía?
Desde el punto de vista sindical teníamos antiguamente la huelga general, pero la experiencia actual demuestra que su sola mención hace mirar hacia otro lado, silbando por lo bajo, no sólo a los sindicatos mejor situados, sino a los mejor situados dentro de los sindicatos y, lo que es mucho más grave, justo en el momento que se hace preciso hacer algo. Excluida, entonces, la huelga (por no hablar del sabotaje, etc., tiempo ha desterrados), ¿qué nos queda? Nos queda el cauce legal, lo cual introduce una inevitable paradoja, a saber: luchar contra la Ley por medio de la propia Ley, o lo que es lo mismo, aceptar las reglas del enemigo, cosa que, a mi juicio, equivale a un suicidio a la romana.
Entonces, ¿qué hacer? Como el pensamiento sólo puede ser constructivo si es crítico y aún mucho mejor si es autocrítico, lo primero que diré es que pienso que los anarquistas no estamos haciendo nada contra el estado de cosas actual, aparte de quejarnos y de patalear de vez en cuando. Y estoy hablando como anarquista, porque como anarcosindicalista (esto es, como anarquista que actúa desde un sindicato) soy todavía mucho más pesimista, hasta el punto de dudar seriamente del sindicalismo como medio para llegar a determinado fin, léase Anarquía. A menudo parece más bien un fin en sí mismo, con lo cual a muchos les llega y les sobra con estar afiliados a un sindicato para justificar que ya hacen bastante contra esto y aquello porque precisamente así evitan el tener que hacer algo. Y hablo del permanente tira y afloja entre anarcosindicalistas y reformistas dentro de la CGT, del estoico permanecer impertérritos ante el paso del tiempo de la CNT y del simple in medio virtus de Solidaridad Obrera. En nuestros medios se confunde con demasiada frecuencia la unidad con la uniformidad, imprescindible la primera si es que realmente queremos llegar a alguna parte, antianarquista la segunda por definición. La excusa de unos y otros es el comportamiento del vecino como justificación del propio, que es la mejor forma de aparentar movimiento sin dar un paso. De todo esto se deduce que el que permanece inmóvil se mea encima.
Entretanto, aunque nos pese, el mundo sigue girando sin prestarnos la más mínima atención. En un libro reciente (Violencia política en la España del siglo XX), el historiador Julián Casanova afirma taxativamente: "Ochenta años. Eso es lo que duró la semilla, la siembra y la cosecha anarquista, desde que Fanelli Ilegó a España en noviembre de 1868 hasta el exilio de 1939". ¿Qué hemos estado haciendo desde entonces para que no se nos reconozca? ¿Ha sucumbido el anarquismo y nosotros no somos más que una anacronía en un tiempo en que todo caduca con rapidez?
Parece que el sindicalismo sólo interesa a los trabajadores para pedir aumentos de salario y disminuciones de horario laboral. Si realmente sólo sirve para eso es que ha fracasado rotundamente y merece una muerte rápida y sin lágrimas. Será el momento entonces de exprimirse las entendederas para buscar otro medio más acorde con los tiempos que corren para alcanzar una Libertad que merezca ese nombre.
Por mi parte, si he conseguido que alguno de vosotros se revuelva en su asiento, me doy por satisfecho. Si, además, alguno de entre vosotros no ha podido reprimir su apasionamiento y se ha decidido a escribir para refutarme, entonces he conseguido lo que pretendía. Si, en fin, uno solo de vosotros ha decidido que es el momento de ponerse en camino, ahora mismo y no mañana, ni el año que viene, ni en el próximo congreso, ese que cuente conmigo.